martes, 13 de mayo de 2014

Carta al Dolor


'Cuántas veces yo pensé volver, y decir que de mi amor nada cambió... pero mi silencio fue mayor, y en la distancia muero, día a día, sin saberlo tú...'

No sabía cómo empezar. Ni mucho menos cómo acabar. Pero las palabras sangran, y no puedo sanar sin llegar a dejar el orgullo de lado. 
Por otra parte, puede parecer una carta convencional, pero será algo que destruya no el fuego, ni mis manos, ni siquiera el olvido. Será algo que demolerá tu silencio. 
El tuyo, porque el mío te busca, acaricia tu fantasma, besa las entrañas de tu recuerdo. En el epicentro de tu esencia, doy toques con mis dedos para que aparezcas, pero sólo palpo tu voz: Entrecortada, ronca, apacible; dulce, embriagadora, magistral, con sabor al mejor fruto mezclado con miel. Su tacto es como el de los pétalos de amapola, cashmire, delicada, de seda. Y su color.... recordar su tonalidad me produce un pequeño escalofrío que me enciende las venas y me degüellan las ansias. Su pigmento es celestial, simple y llanamente. 
Siento dedicar palabras a alguien que no las va a leer, pero me desvanezco. Entiéndelo, ya no siento tu ausencia; lo que me duele es tu no-presencia en mis noches de insomnio voluntario, cuando arrullabas la voluntad de Morfeo y me vencías, y yo recaía en el placer de tus sedientas ganas. 
Tu no presencia. Te olvidaré, no miento. Sería cínica si dijese y afirmase que vivirás por siempre en mí, pero no es así. Te recuerdo ahora, en este momento, porque me hace falta tu voz y tu ser, pero mañana quizá te olvide. Hoy moriré, como muere la rosa al ser arrancada,para vivir decorando una habitación vacía. Yaceré en el cuarto del olvido, decorando mis días sin tu memoria. 
En este segundo me aflijo, te añoro. Duele las punzantes espinas clavadas, que las desgarro una a una y las dejo en mi cama. De noche, en la almohada, se cuelan en mis sueños y me rajan el corazón. 
Te olvidaré mañana, es cierto. Pero te recordaré siempre.
Absolutamente, nunca.


Danna Merchán







lunes, 5 de mayo de 2014

El Adiós a un muerto




I


Se me enciende el alma
del corazón, a las nubes del cielo.
El crepúsculo queda cojo 
y se queja en el zaherido viento;
en mi cama, plácido lecho
donde mora la agonía,
aprisiono, como gotas de perlas frías,
tu empozoñado recuerdo.


II


El aire se lleva el cauce 
del río de tu piel,
condenada sombra
de jazmín y de clavel;
La risa de la amapola,
delirante, aplastante,
recorre mis sentidos,
hasta emitir un dulce chasquido.


III


Me amarro a sus pétalos, 
melancolía de carmín,
y enciendo las velas 
que alumbran el camino
llevándome  a tu entierro.
Volarás en el silencio
donde yacen las olas
que mueren en mi cuerpo.
Y socorrer al moribundo tiempo
será mi vil destino.


IV


Me despido,
quizá sin un adiós,
como un ruiseñor 
que vuela hacia su precipicio
para el fatal suicidio;
me desquito
de mis andamios para así
mi veneno, 
venerarlo y resucitarlo.

Danna Merchán


Imagen: Suliman Almawash