miércoles, 23 de julio de 2014

Eternidad e Infinitud

De Cóncavo a Convexo



Estando en el espacio determinante de mi vida, caí al abismo. Despreciando las migajas del olvido, abordé el silencio y rescaté las horas perdidas. Las noches me abruman y me arden fríamente. El cielo infernal me cuenta el instante muerto de un hachazo y me revuelve las entrañas con su alma de cordero. He cambiado una eternidad por un segundo de tu voz. He sentido lo que es la infinitud del viento en tu piel. Y ya no sueño, dulce agonía, como soñaría la palabra muda en el aire, sino que he aprendido a recordar al olvido. Tocándolo, acariciándolo como se rozan las notas musicales, como se acumulan los átomos en el espacio, desordenando el Caos.

Me enveneno con silencios, y paradójicamente, me reviven las palabras que jamás nacieron. Y ahí me hallo:  en un cuarto obscuro, resultante, pero anclado a mi alma como el reloj que para el tiempo en mis sueños. Las agujas empiezan a tambalear y aparecen seres inanimados e intento salir. Las cuerdas flojas que pisan mis manos se rompen, y caigo de nuevo en el bucle temporal y desfallezco. Despierto. Me encuentro de nuevo con un espejo cóncavo que me revive y me tienta. Le toco. Parece una línea fría, como un pincel punzante y me estremezco - esa no soy yo- . Me levanto. Me atrapa un murmuro por detrás y desvanece la línea y da paso al semicírculo. Me giro. La silueta ahora en un espejo convexo me palpa- soy real-. Se descuartiza la imagen y retrocedo en el tiempo.
La vida, los sueños, los seres, no somos más que imágenes que trascienden de Cóncavas a Convexas. Delirantes de emoción.

Danna Merchán