martes, 19 de enero de 2016

Benzodiazepina


De cualquier modo fallo. Algo me derrumba los sesos, y el péndulo de Foucault se estabiliza. 
Siento la hipertrofia muscular del corazón y la palpitación se acelera. He sentido la inmensidad del cosmos en el vientre del silencio; mantengo la compostura porque nada me socorre. Anochece en las paredes que me aguardan, que me esperan. Desnudo cualquier célula viva, y se quejan. El sonido de la aurora decrece, y el pizzicato  que desplomo con mis uñas despierta mi memoria. Sedienta, hambrienta. Cualquier excusa de libertad es necesaria para escapar. Los fantasmas de la ansiedad se reaniman y empieza la ópera moribunda: retumba en mi cabeza Der Höller Rache y parece 


"¡La venganza del infierno hierve en mi corazón!
¡La muerte y la desesperación arden alrededor de mí!
Si Sarastro no siente a través de ti
el dolor de la muerte,
entonces ya no serás mi hija jamás.
Repudiada seas para siempre,
abandonada seas para siempre.
¡Que se destruyan para siempre
todos tus vínculos con la naturaleza
si Sarastro no palidecerà por tu mano!
¡Oíd, dioses de la venganza!
¡Oíd el juramento de una madre!"


La muerte no se acuerda nunca de mí. 
Parezco invencible, pero no puedo evitar sentir la desolación de las estrellas en el rincón de las nubes. Me envuelven los enemigos del viento, del llanto. Mi cuento es interminable, pero repetitivo. No puedo callar las voces de ultratumba, la incertidumbre, las manos negras que me abrazan: sólo ellas me detienen. Mi tendencia al abismo es un remedio contra mí misma. Contra mis manos secas, mis piernas mudas, mi cabeza fría. La muerte nunca se acuerda de mí, pero me acecha constantemente, soy su rival. Busca el Jaque perfecto, para, descuidada, bloquearme el Rey. 
Me envenenan las risas ajenas, al tiempo que la lluvia gris  me empapa el pelo enredado. No concuerdo ni en ideas, ni en lamentos, y el espacio es sólo un parámetro más para descontrolarme y no entender las razones del Sinvivir constante.
Jamás he sabido hablar sin romper el silencio. Jamás he sabido callar sin dejar atrás los cráneos muertos.

Danna Merchán









No hay comentarios:

Publicar un comentario