En esos días, que a falta de resignación, nace la impaciencia, -la cual sustituye la agonía, se reduce la energía, o se transforma, para dar paso a la nostalgia. Al falso anhelo.
Y es que, después de todo, no puedo obviar mi condición de errática humana. Esbozaré quizá mi estrepitoso, y no por ello malintencionado, pedido a 'nosequién' en 'nosedónde'. Un espacio tranquilo y atento, me entrelaza y me transporta a una pesadilla. Aunque más que pesadilla, es un sueño feroz y rígido, pero como todo lo rígido, es lo más volátil que se pueda apreciar.
No se puede vivir sin una voluntad. De hecho, vivir sin voluntad es simplemente existir. Ya no hablemos de 'Convivir', acto el cual no puedes llevar a cabo sin antes tener esa perpetua ansia de VIVIR.
En realidad, en esos momentos de maligna soledad - tomando las dos como adjetivos explicativos-, quisiera que me enterraran en algún lugar donde mis pensamientos no me alcanzasen. Parecerá absurdo, pero sucede que éstos son tan infinitos, que sé que en la tumba me rodearán y no me dejarán descansar.
En ese 'lugar', la cabeza no me llamará a gritos sordos. El silencio será opaco y callado. El aire no respirará y mi piel, como materia inservible, se desvanecerá y mi eterna esencia, desaparecerá. Yo, - mi trozo de carne-, se pudrirá en la muchedumbre soledad. Nadie me recordará, ya que mi recuerdo es y será gris como mi existencia en la Tierra.
Me señalarán ahí, todos, nadie, y no estaré sin estar bajo tierra.
Deseo que la araña obscura de mi cuarto teja esa guarida, mi guarida. Para yacer eternamente y despertar, si un caso, en el crepúsculo de mis sueños.
Donde Nadie es nadie, y Yo no soy.
Danna Merchán
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